noviembre 11, 2013

El recibo de la luz y sus sorpresas

Visto en El Heraldo de Aragón
Una política energética mal concebida ha convertido a España en uno de los países con la luz más cara de Europa, sino que tendrá un alto coste para los contribuyentes 
Por Ángel Garcés Sanagustín 

  • Casi cincuenta ex altos cargos de los diferentes gobiernos han sido recolocados como consejeros o asesores de empresas energéticas 
  • La burbuja eléctrica es hoy otra burbuja financiera. Cuando explote, volveremos todos a apechugar con las consecuencias

 La catadura moral y la situación real de un país se reflejan en su recibo de la luz. En España se paga la luz más cara de Europa, tras Chipre e Irlanda. Lo primero que sorprende del recibo es que el consumo real supone la partida menos cuantiosa. Y sorprende también el aumento de la factura en un país en el que la oferta dobla a la demanda en cualquier período, incluidos los días más calurosos del verano y los más fríos del invierno. Todo ello nos lleva a preguntarnos cómo se conforma el precio de la luz en un sistema regulado, que conserva lo peor del intervencionismo público y lo peor de los mercados sin competencia. La subasta para determinar parte del precio de la energía está copada por un enmascarado oligopolio vertical. Las grandes empresas crean sociedades distintas para la producción, la distribución y la comercialización, lo que adultera el precio final. 

La perversión del sistema ya se puso de manifiesto en los denominados costes de transición a la competencia, que se establecieron para que las inversiones realizadas por las grandes compañías eléctricas no perdieran ninguna rentabilidad como consecuencia de la unificación y liberalización de los antiguos monopolios territoriales. A mediados de 2006, cuando se pone fin a este tránsito gradual, estas empresas habían obtenido unos beneficios extras que podrían alcanzar los 3.600 millones y que deberían haber sido reembolsados. Sin embargo, la administración nunca reclamó cantidad alguna. 

Para entender el funcionamiento del sistema hay que recordar que casi cincuenta ex altos cargos de los diferentes gobiernos han sido recolocados como consejeros o asesores en las grandes empresas energéticas. Entre ellos podemos citar a Felipe González y José María Aznar. De hecho, en el Ministerio de Economía se ha producido un curioso fenómeno, ya que Elena Salgado dirige la filial de Endesa en Chile, mientras que Luis de Guindos era miembro del comité de retribuciones de la citada entidad antes de ser nombrado ministro.Por tanto, se ha producido la sucesión tanto en el Ministerio como en la empresa privada.Por cierto,Pedro Solbes se sienta en el consejo de administración de la italiana Enel, que posee el 92% de Endesa. Por eso, ninguna reforma energética se ha hecho pensando en el ciudadano. 

No puede entenderse el llamado déficit de tarifa, por el que el Gobierno reconoce a las empresas eléctricas unos costes de producción superiores a los reales, sin esta connivencia entre dirigentes políticos y directivos empresariales y, por supuesto, sin el comportamiento bipolar de estos políticos que recalan en el mundo empresarial. Dicho déficit se aproxima en estos momentos a los treinta mil millones de euros. Como dicha deuda ficticia se ha titulizado ya en productos financieros que gozan del aval del Estado, solo puede abordarse a través de la subida del precio de la luz o de los presupuestos generales. En ambos casos termina pagando el ciudadano. 

Se está echando la culpa de todo a las renovables y lo que se barrunta es que hay una operación para que las grandes compañías se queden con este subsector, al que se le ha situado al borde de la ruina a través de un impuesto manifiestamente inconstitucional y del recorte de las primas. 

En resumen, la burbuja eléctrica, fruto de estos y otros trapicheos, es hoy otra burbuja financiera. Cuando explote, volveremos todos a apechugar con las consecuencias.

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